ANDALUCÍA
Ocho olivos hay plantados
en los campos de la tierra mía:
Uno altivo e insolente
vistiendo de gallardía
se yergue desafiante
ante páramos sin vida
y hunde fiero sus raíces
entre el mármol de las minas.
Desierto blanco de fuego
es bajo en sol que vigila
oasis de verde bronce
espejo donde el mar se mira.
Otro nudoso y fuerte
atrapado entre salinas,
árbitro de dos mares
que empeñados en porfía
levantan crestas de espuma,
penachos de plata fina.
Y como el mar la libertad
bulle, hierve en su tacita
mientras la Pepa pasea
descalza por la bahía.
De otro añoso y cansado
ornato de una mezquita
bebieron hombres ilustres
fuentes de sabiduría
y de sus ramas tomaron
la esencia de la poesía:
poesía es siempre amar
y amar siempre sin medida,
sembrar de nieve los campos,
el azahar de la medina.
Al cuarto injertado de razas
mora, cristiana y judía
plantado en una atalaya
doce leones lo cuidan.
Brillante de oro y nieve,
reflejo de la sierra fría
con lágrimas en los ojos
por él el moro suspira,
la vista en la roja rosa
y en la vega a sus pies perdida.
Otro pausado y sereno
perdido entre las marismas,
leves mantos de rocío
donde las aves anidan,
contempla el fervor del romero
engalanar la campiña
que una Paloma Blanca
bajo su sombra cobija.
Tierra donde mi tierra acaba,
de otra fue cuna un día.
El sexto con mil raíces
se extiende en la lejanía
como mil oleosas olas
batiendo playas de olivas
cuajadas de verdes gotas
como mil perlas cautivas.
Arriba en un cielo verde
una verde luna brilla
y son las estrellas inquietas
aceitunas que titilan.
De otro joven y hermoso,
faro que al hombre guía.
saca el pescador sus redes
rebosantes de ambrosía
y al lado de suaves montes
vocea su mercancía:
“tengo jureles fresquitos,
gambas, chopitos, platija,
costas donde el sol se baña,
montes de brisa marina.”
Al último fresco y lozano,
torre de luz y alegría,
entre sones de guitarras
varea por bulerías
un giraldado brazo
de agua limpia y tranquila.
Allí cuando nacen las flores
se vuelve la noche día
y el arcoiris deviene
volantes de fantasía.
Ocho olivos hay plantados
en los campos de mi Andalucía.
Antonio Moral Jiménez